3 de julio de 2025
El Dicasterio para el Culto Divino confirmó que el Papa León XIV aprobó una “Misa por el Cuidado de la Creación” el 3 de julio de 2025.
Este formulario opcional puede celebrarse en días de semana fuera de las memorias obligatorias, dando flexibilidad a los pastores sin alterar las obligaciones dominicales.
Su promulgación en la fiesta de Santo Tomás Apóstol subraya discretamente la invitación a pasar de la duda a la acción llena de fe por nuestra “casa común.”
La nueva Misa ofrece Colecta propia, Oración sobre las Ofrendas, Prefacio y Oración después de la Comunión, cada una impregnada de imágenes bíblicas del jardín y la alianza.
Las lecturas sugeridas incluyen Génesis 1:26-31, Salmo 104, Romanos 8:18-25 y Marcos 4:35-41, resaltando la vocación humana como administradores y el señorío de Cristo sobre la creación.
Aunque las oraciones son nuevas, las partes ordinarias permanecen sin cambios, asegurando continuidad con el Rito Romano y plena fidelidad a la Instrucción General del Misal.
El lenguaje litúrgico dedicado moldea los corazones; las oraciones repetidas forman virtudes ecológicas tan ciertamente como las colectas cuaresmales forman hábitos penitenciales.
Al nombrar los pecados contra la creación en el Acto Penitencial, el rito despierta las conciencias y vincula la negligencia ecológica al llamado más amplio a la conversión continua.
Porque la gracia se apoya en la naturaleza, un rito que bendice el uso responsable de los recursos puede animar proyectos parroquiales, la defensa de políticas y cambios en el estilo de vida personal.
Génesis enseña que la tierra es “muy buena”, confiada a la humanidad, no poseída en propiedad absoluta.
La encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco en 2015 profundizó esa visión, exhortando a una “ecología integral” donde las preocupaciones sociales y ambientales son inseparables.
La nueva Misa coloca esas enseñanzas en el altar, uniendo el clamor de la tierra con la oración de la Iglesia en una sola ofrenda.
San Basilio el Grande se maravillaba de la armonía del cosmos como una “escuela para las almas”, invitando a la contemplación que conduce a la alabanza.
San Ireneo escribió que “la gloria de Dios es el hombre plenamente vivo”, una vida que no puede florecer cuando la creación está herida.
Al hacer eco de estos Padres, la Misa recuerda que el cuidado de la naturaleza no es una moda moderna sino una memoria cristiana profunda.
El Catecismo (CIC 2415) afirma que los animales, plantas y recursos minerales son dones que deben usarse con gratitud y moderación.
El mensaje de San Juan Pablo II de 1990 “Paz con Dios Creador, Paz con toda la Creación” fue el primero en vincular la preocupación ambiental con la teología moral a nivel papal.
El nuevo rito sintetiza esta línea constante de enseñanza, ofreciendo a los fieles una expresión litúrgica contemporánea y firmemente arraigada.
Parroquias en Manila, Nairobi y São Paulo pilotaron el formulario durante celebraciones entre semana, acompañándolo con plantación de árboles tras la Misa.
Los homilistas reportaron asambleas atentas, especialmente jóvenes, que escucharon temas ecológicos proclamados desde el ambón por primera vez.
Los consejos pastorales están redactando “planes de acción verde”, confiados en que la gracia sacramental sostendrá iniciativas prácticas como auditorías energéticas y reducción de residuos.
Las escuelas católicas planean programar la Misa durante el Tiempo de la Creación (1 de septiembre–4 de octubre), integrando liturgia con proyectos de ciencia y servicio.
En casa, las familias pueden repetir frases de la Colecta—“enséñanos a discernir Tu huella”—antes de las comidas, vinculando la bendición de los alimentos con la gratitud por la tierra y el trabajo.
Los niños que interioricen estas oraciones pueden formar hábitos de consumo cuidadoso, comprendiendo que la fe toca cada compra y cada plato.
El rito inspira un examen de conciencia sobre el consumo excesivo, animando a los católicos a preferir energías renovables cuando sea posible.
Las agencias de Cáritas sugieren que las parroquias acompañen la Misa con limpiezas de ríos locales, haciendo visible los “frutos de la tierra y el trabajo de las manos humanas.”
Consumidores, inversores y responsables políticos que celebran juntos pueden discernir acciones coordinadas para la resiliencia climática, guiados por la Doctrina Social de la Iglesia.
El próximo Año Jubilar con el lema “Peregrinos de la Esperanza” encuentra expresión concreta en esta Misa, invitando a las diócesis a centrar peregrinaciones jubilares en lugares de cuidado de la creación.
El paso por la Puerta Santa resonará más cuando los peregrinos se comprometan a cambios de vida que reduzcan su huella de carbono.
Los confesores, equipados con guías de examen ecológico, pueden ayudar a los penitentes a vincular el derroche con la virtud de la templanza.
La reverencia compartida por la creación ofrece terreno fértil para el diálogo con comunidades ortodoxas, protestantes y no cristianas.
Celebrar la Misa de la Creación en parroquias puede ser el ancla de ceremonias conjuntas de plantación de árboles o bendición de ríos, dando testimonio de unidad en la salvaguarda de la vida.
Tal cooperación refleja el cántico de San Francisco de Asís, acogido en el Prefacio del rito, recordando a todos que la alabanza trasciende las fronteras confesionales.
Los jóvenes católicos suelen mencionar la ansiedad climática; experimentar la respuesta litúrgica de la Iglesia les asegura que sus preocupaciones son tomadas en serio.
Los abuelos que cultivan huertos pueden rezar esta Misa por sus nietos, viendo la mayordomía como solidaridad intergeneracional.
Mirando hacia 2050, cuando los niños de hoy lideren parroquias, el rito siembra la esperanza de que la conversión ecológica se vuelva vida católica ordinaria.
Conclusión
La “Misa por el Cuidado de la Creación” es más que una respuesta oportuna al cambio climático; es un camino sacramental que orienta los corazones hacia el Creador y las manos hacia la acción responsable. Celebrada en todo el mundo, armoniza culto, doctrina y mayordomía diaria, ofreciendo a cada católico—urbano o rural, rico o pobre—una invitación concreta a proteger el don que compartimos. Al abrazar este tesoro litúrgico, la Iglesia avanza con confianza hacia el Año Jubilar y más allá, cantando con todas las criaturas: “Laudato si’, mi Signore.”